"Cómo narrar batallas y no morir en el intento" por Carlos Paez

Publicado por Tríada Ediciones en

Hasta ahora, en nuestro país y en países vecinos, estamos ajenos a la violencia de la guerra y a las dimensiones más salvajes del ser humano, muy comunes en siglos pasados. Y aunque este último tiempo hemos enfrentado la muerte de la mano de la pandemia, la violencia armada no suele formar parte de nuestra vida, al menos no de forma cotidiana.

Por ello, como todo buen narrador de historias sabe, nada ayuda más para entender algo que la experiencia propia. Esto hace que tengamos que echar mano solo a lo que hemos visto en la ficción y confiar en que sea coherente, lo que muchas veces no es así.

Para los escritores con menos experiencia esto es especialmente complicado, las batallas son parte de una obra, sean una riña callejera o una invasión de millones de combatientes. Y muchas veces resulta un quebradero de cabeza darles la solidez narrativa que permita una correcta inmersión del lector en nuestro universo ficticio.

Prácticamente en todas mis historias he incluido algún tipo de violencia. Eso implica que he tenido que explorar diversas formas de enfrentamientos, desde batallas espaciales hasta duelos de samuráis, e incluso guerras entre juguetes y demonios.

Por ello, recopilé algunos tópicos que me parecen clave a la hora de narrar enfrentamientos que puedes incluir en una obra y ocupar en cualquier situación, aunque cada escena en sí tendrá eventualmente otros ingredientes que incluir:

  1. Investigación: es compleja y agotadora, pero muchas veces hace la diferencia. Debes tener conocimiento del tema: armamento, tácticas, etc., la profundidad depende de cada uno. En lo personal llevo gran parte de mi vida aprendiendo e incluso estoy asociado a foros e instancias militares donde pregunto detalles muy específicos. Dependerá de tu público objetivo y el escenario de tu obra, pero en literatura la investigación siempre suma. Ojo con la biología; uno de los errores más típicos son las heridas. La realidad es que alguien normal con una bala en el cuerpo se desmaya de dolor, una herida de espada te desangra en cosa de minutos, un buen puñetazo te provoca una concusión, etc. Puedes tomarte licencias narrativas, pero pocas cosas matan la ilusión como un error biológico obvio.
  2. Lector beta: como es un tema complejo siempre es bueno que otros que saben del mismo revisen antes el texto. No es necesario un experto, pero muchas veces los errores básicos pueden complicarnos (un ejemplo rápido: he leído historias donde el personaje dispara ráfagas desde un revólver, o sale volando al ser impactado por una bala de un calibre muy pequeño, etc). Los errores nos parecerán menores, pero pueden sacar al lector de la inmersión, algo fatal cuando lo necesitas con la adrenalina a full.
  3. Diseño: por definición deberías diseñar la batalla desde un principio, visualizarla en tu mente antes de escribirla, incluso muchos utilizan esquemas tácticos para no caer en errores. Definir los espacios, el campo de batalla, las unidades, armamento, etc. Esto además es importante para establecer la coherencia previa, todo debe siempre estar justificado, al menos en forma indirecta. Ese movimiento audaz y sorpresivo, el arma secreta, o la ayuda a último minuto que define la batalla, debe ser una sorpresa para el contendor, no para el lector (lo que se llama “el arma de chekov”).
  4. Ritmo: existen ciertos ritmos de batalla que puedes homologar a géneros del cine: el pausado (donde las acciones suceden en tiempo lento, pero sin mayor desarrollo interno, por ejemplo, el Western), la cámara lenta (donde el tiempo es muy lento y además hay más descripción y pensamientos. Por ejemplo, algunas películas de acción dramática), el rápido (donde la acción es más acelerada, pero siempre centrado en una sola visión, películas de acción típicas como John Wick o la saga Bourne), el frenético (donde la acción es muy rápida y vista desde algunos ángulos diferentes, típico de películas de guerra), y el de saturación (donde el ritmo es vertiginoso y la cámara salta incesantemente entre planos, como en los “Bullet ballet”). La elección dependerá del ritmo de tu obra.
  5. Plano: hay diferentes formas de enfocar una batalla, puede ser en primera persona (cuando el foco es el desarrollo interno del personaje), en tercera persona (adecuado para personajes múltiples), o un plano general (para grandes batallas o ajenas al personaje). El desarrollo narrativo en las tres es diferente e influye en la descripción y el ritmo. Un buen consejo es que, a menos que domines muy bien el narrar batallas, te centres en un punto de vista y lleves al lector a verla desde una posición acotada, lo que en general permitirá conectar mejor con el personaje.
  6. Tensión: una batalla es un evento dramático y traumático. La tensión debe construirse de antemano, continuar durante la batalla y producir un efecto de desgaste en la caída de la adrenalina si es el desenlace, o mantener un cierto grado si es un evento más. Todo personaje, como toda persona, se verá tocado por esta tensión. No importa si es el mismísimo Aquiles, el miedo y la ansiedad estarán presentes. Debes reflejar eso y transmitirlo al lector. Úsala además para que conecten con tus personajes.
  7. Fluidez: una batalla es por definición una instancia donde la adrenalina fluye. Debes transmitir ese estado anímico, la narración debe ser ágil, simple, con momentos equilibrados donde abrumar al lector y luego le das unos segundos de respiro. En general hay que evitar los pensamientos o cuestiones filosóficas (a menos que lo lleves a una cámara lenta dramática justificada), deja esas consideraciones para la previa o lo que suceda post enfrentamiento. El narrar una batalla es muy similar a un diálogo dramático, las oraciones suelen ser breves, las descripciones acotadas, verbos activos, etc.
  8. Detalles: en general siempre hay que mantenerlos al mínimo por dos razones: a) Los detalles ralentizan el ritmo: querer describir cada uno en la escena baja la velocidad de lectura (y la conexión inmersiva con el mundo de ficción se puede cortar); b) La imaginación es más rápida para describir: todos hemos visto a estas alturas cientos de horas de batalla. Una descripción más general, pero ágil, obliga al lector a llenar automáticamente los vacíos con sus propias imágenes, que siempre serán más adecuadas que tus descripciones; c) Deja los detalles para eventos puntuales. Por ejemplo, no describas cada herida, pero sí la del soldado muerto delante del protagonista y la sensación que le provoca.
  9. Factor aleatorio: en una batalla real (o simple pelea) la suerte es un componente clave: una bala perdida, un resbalón, etc. El incluir algunos hechos aleatorios le dará un matiz más realista a tu historia. Evita por supuesto usar esto en personajes importantes (la regla de oro de un buen guion: “la suerte inicia situaciones, nunca las termina”), pero es un buen condimento en los secundarios. Además, te permitirá momentos narrativos que enriquezcan la percepción de la batalla (por ejemplo, el general que cae del caballo te sirve para reafirmar la sensación de derrota).
  10. Diálogos: hay dos consideraciones con los diálogos en batalla: a) Bien aplicados, pueden darle más realismo y tensión dramática. No hay que abusar, en la mayoría de las batallas se pelea en relativo silencio o con gritos, hay poco espacio para frases más allá de las órdenes secas. Usa los diálogos de acuerdo al ritmo, te pueden ayudar para distender la escena en los momentos en que la presión sobre los personajes (y el lector) decae y así darle respiro; b) Ojo con las frases heroicas. El cine nos ha dado muchos ejemplos donde el protagonista lanza una frase icónica o  "para el bronce" (“Hasta la vista, baby”, “Yippiyayoi, mother fucker”, etc). Esto conlleva el error de querer encajar tus propias frases a la fuerza y estas solo se justifican en personajes irónicos o cuando hay un trasfondo que permite que surja de las entrañas del personaje. Una dulce jovencita que se ha pasado el libro suspirando no calza diciendo una frase cabrona en medio de la batalla. Mismo tema para las frases dramáticas. Recuerda que un buen personaje es una persona real.
  11. Capacidades: tal como las frases, ojo con las capacidades. Si hay algo que repugna al lector es que el autor se saque cosas de debajo de la manga. Tu protagonista débil y ñoño durante todo el libro no puede en la pelea final sacar fuerzas de la nada y transformarse en Conan matando a un regimiento de enemigos. Debe haber un proceso previo que el lector pueda identificar (ojalá no el ser “el elegido” que ya está manoseado hasta el cansancio). Mismo tema para cualquier otro ingrediente. Recuerda siempre la regla del “arma de Chekov”.

No hay una forma única de narrar una batalla, dependerá de tu propio estilo, pero sí hay ciertas consideraciones lógicas al narrar un evento tan dramático y potencialmente importante para tu obra. Tanto los personajes como el lector son personas, por lo tanto se verán afectados. Considéralo siempre y desata los perros de la guerra.


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